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El origen de los contenedores

La naturaleza es muy sabia, por eso no es de extrañar que encontremos en ella la inspiración necesaria para explicar a los más pequeños el por qué del color, de la forma o de la utilidad de los contenedores. Así pues, desde Ciconia nos alegramos de poder descubriros a los verdaderos inventores de los contenedores.

MARTITA Y LA ISLA MISTERIOSA.

Hace mucho, mucho tiempo, cuando en las ciudades no había contenedores, vivía una niña a la que lo que más le gustaba en el mundo, mucho más que las piruletas de fresa, era jugar en la calle con sus amigos.

Martita era una niña muy alegre, y hoy estaba especialmente contenta, era viernes y cuando saliera del cole había quedado con todos sus amigos para ir al parque a jugar, así que, como todos los días, se levantó corriendo de la cama y al asomarse a la ventana de su habitación, descubrió algo horroroso. Todas las calles estaban llenas de basura. Allá donde mirara, encontraba botellas de plástico, bolsas, pañales, restos de comida… 

Martita, se vistió y desayunó como un rayo. Cogió su mochila y se fue al cole, pero mirara donde mirara, encontraba basura tirada. Con tanta basura nadie podría jugar, pues ni tan siquiera podían colorear porque tenían que taparse la nariz, y mucho menos hablar, porque al abrir la boca, el mal olor se les metía dentro.
Cuando llegó al Cole, Martita juntó a todos sus amigos e idearon un plan. Entre todos decidieron ir a hablar con el abuelo de Pepa, el cual había sido un gran explorador y había viajado muchísimo.

Cuando lo encontraron, Pepa le comentó.
  • Abuelo, las calles están llenas de basura, y hemos pensado que sería estupendo tener un contenedor para tirarla toda, pero no sabemos que echar y cómo pueden ser. Seguro que tú, que has viajado tanto, tienes alguna idea.
  • Chicos, es cierto, he viajado muchísimo, sin embargo esto de los contenedores es algo nuevo para mí y no sé cómo pueden ser, les dijo el Abuelo. Sin embargo, me encantan los misterios y para éste creo que podríamos preguntarle a la naturaleza, ella es muy sabia, y seguro que si la escuchamos con atención, nos dará la solución.
Yo conozco una Isla donde podríamos preguntarle a los animales, pero… sin embargo, para hablar con los animales, hay que poner una voz muy suave para que no se asusten. Y mi voz es muy muy fuerte, así que tendréis que ir en busca de los animales vosotros.
Chicos yo puedo enseñaros los trucos de explorador y ayudaros a preparar la mochila, pero ¿estáis preparados para viajar hasta la Isla Misteriosa?
  • ¡¡¡Siiii!!!! Gritaron todos.
  • Estupendo, dijo el abuelo de Pepa, y a continuación comenzó con la preparación para exploradores:
A ver, vamos a hacer algunos ejercicios para calentar.
Para ser un buen explorador tenéis que hacer ejercicios con la nariz, y ahora con la lengua, y lo más importante de todo… tenéis que calentar los meñiques, muy bien ya estáis preparados y ahora… Vamos a preparar la mochila… ¿Veamos qué podemos echar?
  • Podemos meter una linterna, dijo rápidamente Martita. A mí me da miedo la oscuridad.
  • Una lupa, dijo su mejor amiga, Pepa. Así podremos seguir las huellas de los animales.
  • Una brújula, gritó, Angel. Así no nos perderemos.
  • Pues entonces ¿también un mapa no?, dijo Eva, la listilla del grupo.
Bien exploradores, con eso y un poco de magia, ya tenemos lo necesario para irnos a la Isla Misteriosa.
Como la Isla está un poquito lejos, lo mejor será iniciar este viaje en barco. Rápido, subid al barco, con cuidado de no mojaros los zapatos. Y… preparados para zarpar, levad anclas, desplegad las velas.
Martita y sus amigos, iniciaron su viaje rumbo a la Isla, pero cuando fueron a consultar el mapa, de repente llegó una gran ráfaga de viento. Y…
  • ¡OHHH! el mapa se ha ido volando y se ha caído al agua, dijo Angel.
Todos los niños corrieron al borde del barco a intentar pescar el mapa. De repente, el mapa se acercaba al barco dando saltos, pues se había quedado pegado a la cara de un delfín.
El Sr. Delfín, se puso junto al barco, se quito el mapa de la cara con su aleta, y pregunto si aquel papel era nuestro.
  • Gracias Sr. delfín, menos mal que lo has podido coger, porque tenemos que llegar a la selva para preguntarles a los animales como podemos hacer los contenedores, dijo Martita.

Sin embargo el Sr Delfín, casi no escuchaba las palabras de la niña de lo triste que estaba.
  • Sr. Delfín ¿qué le pasa?, le preguntó Martita, los delfines siempre tienen una gran sonrisa, y tú estás tan triste.
  • Sí, estoy triste porque el viento siempre se lleva volando los papeles y los cartones, y caen al mar, y justo cuando voy a leerlos, la tinta se borra y siempre me quedo con la duda de saber que ponía. Además está todo muy sucio y ya casi no puedo salir a respirar sin que se me quede un papel pegado a la cara.

Bueno… igual, podrías ayudarnos, y decirnos ¿cómo sería tu contenedor favorito y qué echarías en él?
El Sr. Delfín se puso tan contento de poder ayudar, que dando saltos de alegría respondió:
  • Si yo tuviera que construir un contenedor, lo haría para echar los papeles y los cartones, y como mi color favorito es el del mar, lo pintaría de azul.
  • Estupendo, Sr. Delfín, eso ha sido una gran idea, y para que todos sepan que es idea tuya, la entrada para los papeles será tan grande como la sonrisa de un delfín.
Eso me haría muy feliz, dijo el delfín, y como señal de agradecimiento, os guiaré hasta la Isla.
Y así fue como los pequeños aventureros llegaron a la Isla, pero… nada más desembarcar, empezaron a sentir unos pequeños temblores, ¿será un terremoto?, o… ¿un elefante que está aprendiendo a bailar?, se preguntaron.
  • Tranquilos, dijo Eva, es solo un topo, que está saliendo de su túnel.

Y de repente, de la tierra salió un topo con unas enormes gafas. Y una vez fuera, se tomo un yogurt para reponer fuerzas.
  • Sr topo, dijo Eva, ¿podrías ayudarnos?
  • Claro, ¿qué necesitáis?
  • ¿Podrías decirnos como sería tu contenedor favorito y que echarías en él? Le dijo rápidamente Eva.
  • Umm, como paso mucho tiempo bajo tierra, uso muchos envases para que no se me estropee la comida, por lo que tiro toda una gran variedad de latas, brick, botellas de plástico… así que me encantaría tener un contenedor para echar todas esas cosas.
  • Y de qué color lo pintarías? preguntó Eva.
  • Pues… como lo que más me gusta en el mundo es salir de mi túnel y ver el sol, yo lo pintaría de amarillo. Pero eso sí, os pediría un favor, con estas enormes gafas, lo veo todo doble, así que ponerle dos agujeros para que así siempre acierte al tirar la basura.
  • Muchas gracias, Sr topo, así lo haremos.
Los chicos, agradecidos, se despidieron del Sr. Topo y siguieron explorando la Isla en busca de los demás contenedores.
Los exploradores comenzaron a caminar por la Isla, en busca de otros animales a los que preguntar, hasta que llegaron a una enorme cueva, de la que salió una Osa.
  • Buenas tardes Sra. Osa, estamos hablando con los animales de la selva y nos gustaría que nos ayudaras, le dijo Angel.
  • Estoy ahora mismo muy ocupada, pronto llegará la hora de merendar y todavía no he salido a buscar mi alimento. Si compartís vuestra comida conmigo, podría ayudaros.
  • Claro señora osa, aquí tiene una manzana, le dijo Pepa, y un plátano, le dijo Angel y… una tajada de sandía, le ofreció Martita.
  • Gracias chicos, a ver, contadme…
  • Verás ¿Podrías decirnos como sería tu contenedor favorito y que echarías en él?
  • Ummm, a los osos nos encanta comer, y siempre nos están sobrando restos de comida, así que podríamos tener para los restos, un contenedor gris, como una cueva.
De repente, se escucho…
  • Nooo, no le hagáis caso. Era la voz de un murciélago.
  • Que vas a saber tú, si siempre estás cabeza abajo, dijo la Sra. Osa.
  • Y el murciélago contesto, tú siempre tiras los restos de comida en la cueva, y se escapan los malos olores, por eso a veces me mareo y me quedo boca abajo. Y entonces el murciélago abrió sus alas y tapo la entrada de la cueva.
Angel tuvo una idea y les comentó, ¿qué os parece si hacemos un contenedor gris como una cueva, y le ponemos una tapa, como si fuera un ala de murciélago? así tendréis un lugar donde tirar los restos de comida y no se escaparan los malos olores.
  • Claro… gritaron los demás, que buena idea.
  • Gracias Sra. Osa, gracias señor murciélago, con esto ya tenemos todo lo que necesitamos.
Todos se despidieron y decidieron volver a casa, porque ya tenían todos los contenedores que buscaban.
Pero… de repente… Pepa escuchó como un murmullo, callad, les dijo a todos… y prestaron mucha atención y se escuchó una voz a lo lejos que los llamaba…
  • Esperadmeeee, esperadmeeee, era una tortuga que venía a toda prisa. (Tan aprisa como puede correr una tortuga, claro)
  • Y casi sin aliento les comentó. Me he enterado, que estáis preguntando cómo hacer los contendores, y yo tengo muchas ideas, esperad que saque mi botella y me refresque un poco, que de tanto correr, estoy sedienta.
  • Sí, respondieron rápidamente todos los niños, pero ya llegas tarde, tenemos todos los contenedores que conocemos… Aunque… Sra. tortuga, esa botella es muy rara, es así como… dura y suena ¡clin! ¡clin!. Le preguntó Eva, la listilla del grupo.
  • Claro, como yo soy muy tranquila y me muevo muy despacio puedo coger botellas de vidrio, que son las duras que hacen clin. Pero cuando me las bebo, no sé qué hacer con ellas, así que me gustaría un contenedor para echarlas, que fuera verde como yo, y redondo como mi caparazón, con un agujero arriba del todo. 
  • Si… esas botellas las conocemos, son para agua o zumo, y también hay tarros de vidrio para meter la mermelada dijo Eva, o para los pepinillos, dijo Pepa y todos pusieron una cara rara… 
  • Gracias Sra. Tortuga, menos mal que nos lo has recordado. Ahora sí, que nos vamos con nuestro objetivo cumplido, le dijo Pepa. 
  • Tenemos 4 contenedores con cuatro colores, ¿quieres que los recordemos?, así entre todos podemos pensar si nos falta alguno más. 
  • Podemos hacerlo cantando, sugirió Martita. 
  • Claro, dijeron todos.

Contenedor azul: Azulito, azulito que se come el papelito, si, si, si y también el cartoncito.
Contenedor amarillo: Amarillo, amarillo que se come el plastiquillo, si, si, si y las latas y los bricks
Contenedor gris: Gris, gris, gris y los restos de comida para mi, mi, mi.
Contenedor verde: Redondo y verde claro, el vidrio me lo trago, si, si, si pero la tapa no es para mi.

Estupendo, niños, ya tenéis contenedores para todo.
  • Si, gracias a la sabiduría de la naturaleza hemos podido encontrar la solución. Ojalá pudiéramos volver a toda prisa para empezar a separar la basura, dijo Martita. Lástima que nuestro barco sea tan lento.
  • No os preocupéis, le dijo la Tortuga, yo tengo un gran globo que nos dejo un explorador hace muchísimos años cuando vino a visitarnos, ¿queréis que os lo preste?
  • Claro Señora tortuga, le dijo Martita.
  • Pues entonces… venid conmigo. Ahí lo tenéis, ahora solo tenéis que abrirlo y soplad y soplad.
Rápido tirad de las cuerdas para que el globo no salga volando y así poder cargar todos los contenedores en la cesta, que es hora de volver a casa y limpiar toda la basura que hay por las calles.
  • Bien, ya podremos salir a la calle a jugar de nuevo. Gritaron todos.
Y así, es como fue, que los contenedores de colores llegaron a nuestras calles. Y recordad que para que todos los animales estén felices, es muy importante separar para poder reciclar.

Y colorín colorado este residuo lo hemos reciclado.
Autores:
  • Cuento: Ivan Lobato Gago

  • Canciones: Irene Nogales López

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