Cada vez
es más frecuente que sobre las cualidades de un producto se aluda a la
sostenibilidad de su Ciclo de Vida. Este no es más que un marco metodológico
para calcular y evaluar los impactos medioambientales atribuibles a un producto
o servicio durante todas las etapas de su vida.
Como es
natural, todo proceso de producción genera ciertos impactos medioambientales,
ya que se consumen recursos, se emiten sustancias al medio ambiente y se generan
residuos, entre otros aspectos. Tan importante como saber cuales, es saber en
qué grado afectan al medio, pues según el nivel de impacto podemos estar
hablando de afecciones como el cambio climático, la reducción de la capa de
ozono, la eutrofización o acidificación de las aguas…
Dicha
metodología, fue desarrollada en los años sesenta, como respuesta a los niveles
alarmantes de polución en las grandes ciudades y desde entonces se han
desarrollado una serie de aproximaciones que pueden facilitar la estimación del
daño ocasionado.
Entre
estas aproximaciones, destaca la identificación
y descripción de todas las etapas del
ciclo de vida de los productos, desde la extracción y pre-tratamiento de las
materias primas, hasta la fase de desecho, pasando por las etapas de
producción, distribución y uso del producto.
Gracias al bagaje que ha
experimentado esta técnica, se ha producido una evolución de la misma, pues si
bien en un primer momento, estaba amparada en el dogma de que los productos
nacen y mueren, es decir, lo que conocemos como cradle to grave (de la
cuna a la tumba), en la actualidad se ha pasado al dogma de cradle
to cradle (de la cuna a la cuna). Así, la metodología del ciclo de
vida, ya no trata solo de evaluar el impacto, sino que se anticipa al propio
diseño, persiguiendo que todas las materias primas de un producto se puedan
separar al final de su ciclo de vida y aprovecharse para obtener nuevos
productos de la misma calidad que los originales.
En consecuencia,
aquellos productos que durante su ciclo de vida incorporan aspectos como el uso
de energías renovables en su fabricación, materiales de fácilmente recuperables
o una alta durabilidad, son productos con un activo comercial importante, pues
cada vez, es tenido en cuenta, en mayor medida, por los consumidores, un ciclo
de vida sostenible como un factor decisivo a la hora de apostar por un
producto.
Por todo ello, no es de
extrañar, que cada día, lleguen a las consultorías ambientales, propuestas para
adecuar los ciclos de vida de los productos a los cánones de la sostenibilidad.
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